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Acercándose el día de su muerte, Nuestra Señora mando llamar a todos los Apóstoles para darles su maternal bendición. Tres días antes del felicísimo Tránsito de Nuestra Señora estaban éstos estaban congregados en torno a Santísima Virgen.
Al entonar los Ángeles Música, se reclinó María en su lecho, quedando la túnica como unida al sagrado cuerpo, puestas las manos juntas y Toda enardecida en la Llama de su Divino Amor.
Y cuando los Ángeles llegaron a cantar aquellos versos del capítulo segundo de Los Cantares, Ella pronunció las mismas que Su Hijo en la Cruz:
«En tus manos, Señor, encomiendo Mi Espíritu».
Cerró sus virginales ojos u espiró.
Sucedió éste glorioso Tránsito el viernes a las tres de la tarde, a la misma hora que la de su Hijo, el día 13 de agosto, en que murió, hasta el 8 de septiembre que nació y cumpliera los setenta años. Después de la muerte de Cristo, sobrevivió la Madre en el mundo veintiún años, cuatro meses y diecinueve días. Cincuenta y cinco años después del nacimiento de Su Hijo.
Durante tres días (13,14 y 15 de agosto) se oyeron allí cantos angélicos que cesaron al cabo del tercer día. Llegando entonces el Apóstol santo Tomás, único que faltaba, y deseando adorar aquel Cuerpo que había tenido a Dios encarnado, abrieron el túmulo, mas no encontraron allí el Sagrado Cuerpo; solamente aquellos objetos con que había sido sepultada, los cuales desprendían una suavísima fragancia.
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Sueño profundo de profunda transición
Paso a la Divina Dimensión
Puente de Misericordia entre tierra y cielo; entre lo limitado y lo infinito
Embajadora celestial en la tierra de Aquella que siempre en el Cielo existió.
Sublime grandeza.
Incomprensible Naturaleza
Imponente devoción
Bendita sea Tu Santa Asunción y Coronación.
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