El Domingo de Ramos, último de Cuaresma, empieza la Semana Santa, y
recordamos como dice el Evangelio: «El sexto día antes de Pascua cuando el Señor entró en Jerusalén, los niños le salían al encuentro, llevaban palmas y aclamaban con cánticos: Hossana el Hijo de David. el que viene en nombre del Señor», Es por este motivo que, para recordar este pasaje, imitamos a los chavales hebreos y con las palmas en la mano aclamamos al Cristo, presente entre nosotros. Desde hace mucho tiempo, estos ramos y palmas son bendecidos previamente y guardados en las casas como recuerdo de la victoria pascual de nuestro Señor Jesucristo. Los niños han sido y son los grandes protagonistas de este día. Ya lo fueron en Jerusalén. Pero conviene que esta jornada no se quede sólo en una fiesta, con la palma en las , manos y el «tortell», la «mona» (los típicos pasteles que hay en Catalunya) y el vestido nuevo. Hace falta que les enseñemos a amar a Cristo que nos ha querido tanto que ha querido dar su vida por todos nosotros.
Domingo de Ramos
Lo recibiremos con aclamaciones
y , en Viernes Santo, lo despediremos en
el silencio más absoluto.
Le cantaremos: ¡Hosana al Hijo de David!
y, en el Golgota, le gritaremos: ¡Si eres Hijo
de Dios baja de la Cruz!
Alfombraremos aquí su camino con olivo y palmas
y más adelante, en cualquier esquina,
le negaremos como al eterno desconocido.
Hoy, en los aldaños de nuestras ciudades y calles,
seremos su pueblo;
mañana nos convertiremos
en aquellos que nunca con Él estuvimos
Con las palmas y ramos lo acogemos
como promesa esperada y por fin cumplida
y, cuando sea ajusticiado,
asistiremos cómplices con nuestro cilencio.
Hoy, Cristo, entra en la ciudad de nuestros corazóne y los encuentra
preocupados y ocupados por desesperanzas que nos impiden vivir
con libertad y con la alegría de los Hijos de Dios.
Hoy Cristo, cuza el pórtico de nuestra vida para que entendamos que
su costado (pronto desgarrado y abierto) es un surtidor del que brota
vida abundante y que se da con pasión y sufrimiento para que no
olvidemos que será triunfo en a mañana de Pascua.
- Hoy lo hará con gloria.
- Mañana saldrá de sus muros envuelto en sangre.
- Hoy lo hace montado en un pollino recién estrenado.
- Mañana caminará con una cruz gigante e ignominiosa diseñada ferozmente para sus hombros.
- Hoy se abre camino, consciente del pecado que esconde el pueblo que le vitorea
- Mañana lo hará pagando cruel tributo por aquellos que le dijeron ¡Si! pero pronto le olvidaron
- Hoy desafía en medio de cánticos y alabanzas.
- Mañana subirá hacia el monte Gólgota acompañado de un coro de burlas y de risas, de corazones duros e implacables
- Hoy con nuestras palmas, le diremos a Jesús que queremos compartir con Él su victoria; que nuestra vida es suya; que su verdad ha de ser nuestra verdad; que daríamos la vida mucho más antes que perderle.
- Mañana nos asustará de tal manera la ostentosidad, la ceranía y la crudeza de su cruz que llamaremos a un cirineo para ayudarle
Encuentros y desencuentros, amigos e infidelidades, promesas y traiciones, subidas y bajadas…son en la vida de todo creyente una constante.
El Señor, aún conociéndonos, con qué intereses y tonalidades recibe nuestros honores y nuestras gloria; compartirá con nosotros, ya desde ahora, su victoria (que será nuestra también) sobre la muerte.
Señor, ¡cuánto me acuerdo de aquel villancico en la noche santa de tu nacimiento!; «hoy son rosas y flores (…) mañana dolor y hiel.»
¿Decidimos acompañarle estos días?