Tú esperas la curación: no temas, porque llegará.
Esperas verte libre de tu dolor, de tu lecho, del estado de inactividad, de incapacidad para aplicarte y para trabajar…
Quieres volver a ser fuerte, capaz, dinámico como antes…
Ten confianza: recobrarás todo y algo más, porque el sufrimiento nunca llega para quitarnos, sino para darnos poderosas ayudas en orden al perfeccionamiento de nuestra personalidad.
Sufres, pero espera en un mañana mejor, si ésta es la voluntad de Dios.
Pero, mientras tanto, no te martirices echando la cuenta de los días perdidos al hacer tus planes para el futuro.
No quieras comenzar demasiado pronto.
La eficacia plena del mañana tiene ciertamente sus raíces en la oscura monotonía del presente, que te parece tan oscuro y tan interminable.
Aprende a esperar pacientemente.
Atiende y espera, aunque todo te parezca irremediablemente perdido.
A veces parece que el dolor nos aplasta con una vehemencia inexorable; sin embargo, incluso cuando parece que todo muere, algo inesperado nace en nosotros.
Hay energías ocultas que afloran; reservas preciosas que, contra toda esperanza, obran el prodigio.
Y la vida volverá a sonreírte más bella y atrayente que antes.
Ten mucha esperanza, espera siempre, incluso contra toda perversión humana.
La esperanza descansa en tí y puedes ayudarte a superar el mal que te oprime; pero está puesta, sobre todo, en el Señor, a quién nada le cuesta premiar con un milagro la fe del que cree en Él.
Con frecuencia Él se ríe de los cálculos y de los dictámenes de la ciencia humana.
- Él es el dueño de la vida.
- Él, que nos dio y nos la quitará cuando y como le parezca.
Recuerda que, para premiar la fe y la esperanza de quienes recurrían a Él, no sólo curó muchas veces a enfermos humanamente desahuciados, sino que, en medio del estupor de todos, devolvió la vida a muertos ya enterrados.
Es el verdadero triunfo de la bondad y del poder de Dios, que quiere que pongamos nuestra esperanza solamente en Él.
Todo a Jesús por María, Todo a María para Jesús.