Novena a Nuestra Señora de Fátima; Quinto Día


El corazón de María

QUINTO  DÍA:

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HECHA SOBRE NUESTRAS ALMAS

UNA MIRADA DE COMPASIÓN

Y REMÉDIALAS  CON TUS MANOS

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Ofrecimiento para todos los días

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¡Oh Dios mío! Yo creo, adoro, espero y os amo.

Os pido perdón por los que no creen,

no adoran, no esperan y no os aman.

¡Oh santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo!

Yo os adoro profundamente

y os ofrezco el preciosísimo cuerpo, sangre, alma y divinidad

de Nuestro Señor Jesucristo,

presente en todos los tabernáculos del mundo,

en reparación de los ultrajes con que El es ofendido;

y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón

e intercesión del Inmaculado Corazón de María,

os pido la conversión de los pecadores.

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Oración preparatoria

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Oh santísima Virgen María, Reina del Rosario y Madre de misericordia,

que te dignaste manifestar en Fátima la ternura de vuestro Inmaculado Corazón

trayéndonos mensajes de salvación y de paz.

Confiados en vuestra misericordia maternal

y agradecidos a las bondades de vuestro amantísimo Corazón,

venimos a vuestras plantas para rendiros el tributo de nuestra veneración y amor.

Concédenos las gracias que necesitamos

para cumplir fielmente vuestro mensaje de amor,

y la que os pedimos en esta Novena,

si ha de ser para mayor gloria de Dios,

honra vuestra y provecho de nuestras almas.

Así sea.

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Oración de este día

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¡Oh santísima Virgen María, salud de los enfermos y consoladora de los afligidos!,

que movida por el ruego de los pastorcitos,

obraste ya curaciones en vuestras apariciones en Fátima,

y habéis convertido este lugar, santificado por vuestra presencia,

en oficina de vuestras misericordias maternales en favor de todos los afligidos.

A vuestro Corazón maternal acudimos llenos de filial confianza,

mostrando las enfermedades de nuestras almas

y las aflicciones y dolencias todas de nuestra vida.

Echad sobre ellas una mirada de compasión

y remediadlas con la ternura de vuestras manos,

para que así podamos serviros y amaros

con todo nuestro corazón y con todo nuestro ser.

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Oración final

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¡Oh Dios, cuyo Unigénito, con su vida, muerte y resurrección,

nos mereció el premio de la salvación eterna!

Os suplicamos nos concedas que,

meditando los misterios del santísimo rosario de la bienaventurada Virgen María,

imitemos los ejemplos que nos enseñan y alcancemos el premio que prometen.

Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

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