.
La Exaltación de la Cruz: 14 de Septiembre
.
El buen Jesús los está mirando y dice a cada una en particular:
«Casi todos me abandonan en el camino real de la Cruz. Tengo
aparentemente muchos amigos que aseguran amarme, pero en
el fondo me aborrecen, porque no aman mi Cruz.
Tengo muchos amigos de mi mesa y muy pocos de mí Cruz».
Ante llamada tan amorosa de Jesús, superémonos a nosotros
mismos. No nos dejemos arrastrar por nuestros sentidos -como
Eva-. Miremos solamente al Autor y Consumador de nuestra Fe.
Jesucristo Crucificado. Huyamos de la corrupción que por la
concupiscencia ( que es el deseo de bienes terrenos y, en
especial, apetito desordenado de placeres deshonestos), existe
en el mundo corrompido. Amemos a Jesucristo como se
merece, es decir, levando la cruz en su seguimiento.
Meditemos detenidamente estas admirables palabras de Nuestro
amable Maestro, pues encierran toda la perfección cristiana: El
que quiera venir Conmigo, que reniegue de sí mismo,
que cargue con su cruz y me siga (Mt 16,24; Lc 9,23).
.
Que cargue con su cruz, dice Jesús. ¡La suya propia! Que ese
hombre, esa mujer excepcional, cargue con alegría, abrace con
entusiasmo y lleve con valentía sobre sus hombros la propia cruz
y no la de otro: la cruz, que mi Sabiduría le fabricó con número,
peso y medida; la cruz cuyas dimensiones: espesor, longitud,
anchura y profundidad, tracé con mi propia Mano con
extraordinaria perfección; la cruz que le he fabricado con un trozo
de la que llevé al Calvario, como fruto del Amor infinito que le
que le tengo; la cruz, que es el mayor regalo que pudo hacer a
mis elegidos en este mundo; la cruz, constituida, en cuanto a su
espesor, por la pérdida de bienes, las humillaciones, menosprecios
dolores, enfermedades y penalidades espirituales que, por
permisión mía, le sobrevendrán día a día hasta la muerte; la cruz,
constituida, en cuanto a su longitud, por una serie de meses o
días en que se verá abrumado de calamidades, postrado en el
lecho, reducido a miseria, víctima de tentaciones, sequedades,
abandonos y otras congojas espirituales; la cruz, constituida, en
cuanto a su anchura, por las circunstancias más duras y amargas
de parte de sus amigos, servidores o familiares, la cruz,
constituida, por último, en cuanto a su profundidad, por las
aflicciones más ocultas con que le atormentaré, sin que pueda
hallar consuelo en las criaturas. Éstas por orden Mía, le volverán
las espaldas y se unirán a Mí para hacerle sufrir.
.
Que la cargue: QUE NO LA ARRASTRE, NI LA RECHACE,
NI LA RECORTE, NI LA OCULTE. En otras palabras, que la lleve con la
mano en alto, sin impaciencia ni repugnancia, sin quejas ni críticas
voluntarias, sin medias tintas ni arreglos, sin rubor ni respeto
humano. Que la lleve estampada en la frente, diciendo como San
Pablo Lo que es a mí, Dios me libre de gloriarme más que de la cruz
de nuestro Señor Jesucristo (Gal 6,14), mí Maestro.
Que la lleve a cuestas, a ejemplo de Jesucristo, para que la cruz
sea el arma de sus conquistas y el cetro de su imperio. Por último
que la plante en su corazón por el amor, para transformarla en zarza
ardiente, que día y noche se abrase en el puro amor de Dios, sin que
llegue a consumirse. La cruz. Que cargue con la cruz, puesto que
nada hay tan necesario, tan útil, tan dulce ni tan glorioso como
padecer por Jesucristo.
Escógete una cruz de las tres del Calvario; escoge sabiamente
puesto que es necesario padecer como santo o como penitente, o
como sufre un condenado que pena eternamente. Lo que significa
que, si no quieres sufrir con alegría, como Jesucristo; o con
paciencia, como el buen ladrón, tendrás que sufrir, aunque te
pese, como el mal ladrón; tendrás que apurar hasta el fin el cáliz
más amargo, sin ningún consuelo de la gracia; tendrás que llevar
todo el peso de tu cruz sin la ayuda poderosa de Jesucristo. Además
tendrás que llevar el peso inevitable que el demonio añadirá a tu Cruz
por la importancia a la que te arrastrará. Así, después de haber sido
unos desgraciados en esta tierra -como el mal ladrón-, irás a reunirte
con él en las llamas.
Por el contrario, si sufres como conviene, la cruz se te hará yugo muy
suave, que Jesucristo llevará contigo. La Cruz vendrá a se como las
dos alas del alma que se eleva al cielo; vendrá a ser el mástil de la
nave que te llevará al puerto de la salvación feliz y fácilmente.
Leva tu cruz con paciencia; Esta cruz , bien llevada, te alumbrará
en tus tinieblas espirituales, pues quien no ha probado por la
tentación, sabe bien poco (Eclo 34). Lleva tu cruz con alegría, y te
verás abrasado en el Amor Divino, pues sin cruces ni dolor no se
vive en el amor.
Las rosas se recogen entre espinas. Sólo la cruz alimenta el amor
de Dios, como leña al fuego. Nada importante se puede esperar de
esos cristianos indolentes y perezosos que rehúsan la cruz
cuando les llega y que jamás se buscan prudentemente alguna por
su cuenta, bajo la guía de su director. Son tierra inculta, que no
producirá sino espinas, por no haber sido roturada, desmenuzada y
removida por un experto labrador. Son como aguas encharcadas, que
no sirven para lavar ni para beber.
Lleva tu cruz con alegría. Encontrarás en ella una fuerza
victoriosa, a la cual ningún enemigo tuyo podrá resistir; una dulzura
encantadora, con la cual nada se puede comparar. Sí, alma que esto
lees, sabe que el verdadero paraíso terrenal consiste en sufrir algo por
Jesucristo.
.
.
Pregunta a todos los santos. Te contestarán que jamás gozaron
tanto ni sintieron mayores delicias en el alma como en medio de
sus mayores tormentos. «Vengan sobre mí todos los tormentos
del demonio», decía San Ignacio Mártir. «O padecer o morir»,
decía Santa Teresa. «No morir, sino padecer», decía Santa
Magdalena de de Pazzi. «Padecer y ser despreciado por Tí»,
San Juan de la Cruz. Y tantos otros hablaron el mismo lenguaje,
como leemos en sus biografías. Confía en Dios, alma querida.
.
Cuando sufres con alegria y por Dios, la cruz se convierte en
objeto de toda clase de alegrías para toda clase de personas,
dice el Espíritu Santo.
.
La alegría de la cruz es mayor que la del pobre que se ve colmado
de toda clase de riquezas.
.
Es mayor que la del mercader que gana millones.
.
Mayor que la del general que lleva su ejército a la Victoria.
.
Mayor que la de los prisioneros que se ven liberados de sus cadenas.
.
En fin, imagina las mayores alegrías de esta tierra: todas quedan
superadas por la alegría de una persona crucificada que sepa sufrir bien.
.
El mundo llama a esto locura, infamia, necedad, indiscreción,
imprudencia; deja hablar a esos ciegos. Su ceguera – que les lleva a
juzgar humanamente sobre la cruz, muy al revés de lo que es en realidad-
forma parte de nuestra gloria. Cada vez que nos proporcionan alguna cruz
por sus desprecios y persecuciones nos regalan joyas, nos elevan al
trono y nos coronan de laureles.
.
Pero ¿qué estoy diciendo? Todas las riquezas, los honores, los centros;
todas las coronas brillantes de los reyes y emperadores, no se pueden
comprar con la gloria de la cruz, dice San Juan Crisóstomo. Supera la
gloria del apóstol y del escritor sagrado.
.
En efecto, ¿no dio la cruz a Jesucristo el Nombre-sobre-todo-nombre,
de modo que, al nombre de Jesús, toda rodilla se doble en el cielo, en
la tierra y en el abismo? (Fil 2,9-10) Tan grande es la gloria de una
persona que sabe sufrir, que el cielo, los Ángeles, los hombres y el
mismo Dios del Cielo la contemplan con alegría, como el espectáculo
más glorioso.
.
Si los Santos tuvieran algún deseo, sería el de volver a la tierra para
llevar algunas cruces. Ahora bien, si ya en la tierra es tan grande la
gloria de la cruz, ¿cuál no será la que adquiera en el Cielo?
¿Quién explicará y entenderá jamás la riqueza eterna de gloria (2Cor 4,17)
que nos consigue el llevar la cruz como se debe por un corto instante?
.
¿Quién entenderá la gloria que se adquiere para el cielo en un año y
-a veces- en toda una vida de cruces y dolores?
.
Pero no basta sufrir, el demonio y el mundo tienen sus mártires.
.
Hay que sufrir y llevar la cruz en pos de Jesucristo: ¡que me siga!
Es decir, hay que llevar la cruz como la llevó Él.
.
Fuente: Los Amigos de la Cruz de San Luis Ma.Grignion de Monfort.