Corona de Las Lágrimas de Nuestra Señora


Corona de las Lágrimas de Nuestra Señora

(Enseñada en Campiñas a la Hermana Amalia)

La Hermana Amalia perteneció al Instituto de las Hermanas Misioneras de Jesús Crucificado, cuyo fundador fue el Excmo. Sr. Don Francisco de Campos Barreto, Obispo de Campiñas, integró el grupo de las ocho primeras Hermanas y fue co-fundadora del Instituto, dónde recibió el hábito religioso el 3 de Mayo de 1928 e hizo sus votos perpetuos el 8 de Diciembre de 1931.

 

El Rosario de las Lágrimas tiene 49 pequeñas cuentas blancas divididas en 7 partes. Es semejante al Rosario de los Siete Dolores de María y tiene, en el lugar de la Cruz, la Medalla de Nuestra Señora de las Lágrimas.

 

Oración Inicial:

Hemos aquí a Vuestros pies, oh dulcísimo Jesús Crucificado, para ofreceros las Lágrimas de Aquella que, con tanto Amor, Vos acompañó en el Camino Doloroso del Calvario. Haced, o Buen Maestro, que nosotros sepamos aprovechar la lección que ellas nos dan para que, realizando Vuestra Santísima Voluntad en la Tierra, podamos un día, en los Cielos, alabaros por toda la Eternidad. Amén

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En las Cuentas del Padre Nuestro se reza:

Ved, oh Jesús, que son las Lágrimas de Aquella que más Os Amó en la Tierra… Y que más Os Ama en los Cielos.

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En las Cuentas del Ave-María se reza:

Jesús mío, oíd nuestros ruegos.

Por las Lágrimas de Vuestra Madre Santísima.

 

Al Final de la Corona:

Ved, oh Jesús, que son las Lágrimas de Aquella que más Os Amó en la Tierra… Y que más Os Ama en los Cielos.

(Repetir 3 veces).

 

Oración Final:

Virgen Santísima y Madre de los Dolores, nosotros Os pedimos que juntéis Vuestros pedidos a los nuestros, a fin de que Jesús, Vuestro Divino Hijo, a quien nos dirigimos, en nombre de Vuestras Lágrimas de Madre, oiga nuestras plegarias y nos conceda, con las Gracias que deseamos, la Corona Eterna. Amén

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Jaculatorias:

¡Corazón de Jesús Crucificado, Fuente de Amor y de Perdón, por Vuestra Mansedumbre Divina renovad la faz de la Tierra y Reinad en nuestros corazones!

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¡Oh Virgen Dolorosísima, Vuestras Lágrimas derrumben el imperio infernal!

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Meditación de los 7 Dolores de Nuestra Señora

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María Santísima:

Meditad muchas veces en Mis Siete Dolores para consolar Mi Corazón y creceréis mucho en la virtud.

 

Oh alma que padecéis, venid cerca de Mi Corazón y aprended Conmigo. ¡Es junto a Mi Corazón traspasado de Dolor que encontraréis consolación! Madres afligidas, esposas amargadas, jóvenes desorientados, meditando en Mis Sufrimientos tendréis Fuerza para atravesar todas las dificultades.

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Que Mis Dolores os conmuevan el corazón, impulsándoos hacia la práctica del bien.

 

1º. Dolor – La Presentación de Mi Hijo en el Templo

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En este Primer Dolor veremos como Mi Corazón fue traspasado por una espada, cuando Simeón profetizó que Mi Hijo sería la Salvación de muchos, pero también serviría para ruina de otros. La virtud que aprenderéis en este Dolor es la de la Santa Obediencia. Sed obedientes a vuestros superiores, porque son ellos instrumentos de Dios.

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Cuando supe que una espada Me atravesaría el Alma, desde aquel instante experimenté siempre un gran Dolor. Miré hacia el Cielo y dije: “En Vos Confío” Quien confía en Dios jamás será confundido. En vuestras penas, en vuestras angustias, confiad en Dios y jamás os arrepentiréis de esa confianza.

Cuando la obediencia os traiga cualquier sacrificio, confiando en Dios, a ÉL entregad vuestros dolores y aprehensiones, sufriendo de buen agrado por amor. Obedezcan no por motivos humanos, sino por amor de Aquel que por vuestro amor se hizo obediente hasta la Muerte de Cruz.

 

2º. Dolor – La Huída a Egipto

Amados hijos, cuando huimos hacia Egipto, fue gran Dolor saber que deseaban matar a Mi Querido Hijo, ¡Aquel que traía la Salvación! No Me afligí por las dificultades en tierras lejanas; sino por ver, a Mi Hijo inocente, perseguido por ser el Redentor.

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Almas queridas, ¡cuánto sufrí en este exilio! Pero todo soporté con Amor y Santa Alegría por Dios hacerMe cooperadora de la Salvación de las almas. Si fui obligada a este exilio, fue para guardar a Mi Hijo, sufriendo pruebas por Aquel que un día iría a ser la llave de la Mansión de la Paz. Un día estas penas serán convertidas en Sonrisas y en Fuerza para las almas, ¡porque ÉL abrirá las Puertas del Cielo!

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Amados Míos, en las mayores pruebas puede haber alegría cuando se sufre para agradar a Dios y por Su Amor. En tierras extrañas, Yo Me regocijaba por poder sufrir con Jesús, ¡Mi Adorable Hijo!

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¡En la Santa Amistad de Jesús y sufriendo todo por Su Amor, no se llama sufrir sino Santificarse! En medio del dolor sufre los infelices, que viven lejos de Dios, los que están en su enemistad. Pobres infelices, se entregan al desespero, porque no tienen el confort de la Amistad Divina, que da al alma tanta Paz y tanta Confianza.

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¡Almas que aceptáis vuestros sufrimientos por Amor a Dios, exultad de alegría porque grande es vuestro merecimiento, asemejándose a Jesús Crucificado, que tanto sufrió por Amor a vuestras almas!

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Alegraos todos los que, como Yo, sois llamados lejos de vuestra patria para defender a vuestro Jesús. Grande será vuestra recompensa, por vuestro SI a la Voluntad de Dios.

¡Almas queridas, adelante! Aprended Conmigo, a no medir sacrificios, cuando se trata de la Gloria y de los intereses de Jesús, que también no midió sacrificios para abriros las Puertas de la Mansión de la Paz.

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3º. Dolor – Pérdida del Niño Jesús

Amados hijos, procurad comprender este Mi Inmenso Dolor, cuando perdí Mi Adorable Hijo por tres días.

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Sabía que Mi Hijo era el Mesías prometido, ¿qué cuentas daría entonces a Dios del Tesoro que Me había sido entregado? ¡Tanto Dolor y tanta Agonía, y sin esperanza de encontrarlo!

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Cuando Lo encontré en el Templo, en medio de los doctores, y le dije que Me había dejado tres días en aflicción, he aquí lo que Me respondió:

 “YO vine al mundo para cuidar de los intereses de Mi Padre, que está en el Cielo.”

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¡A esta respuesta del tierno Jesús, enmudecí y comprendí que siendo el Redentor del género humano así debía proceder, haciendo Su Madre, desde aquel instante, tomar parte en Su Misión Redentora, sufriendo por la Redención del género humano!

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Almas que sufrís, aprended en este Mi Dolor a someteros a la Voluntad de Dios, que muchas veces os hiere para provecho de uno de vuestros seres queridos.

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Jesús Me dejó por tres día en tanta angustia para provecho vuestro. Aprended Conmigo a sufrir y a preferir la Voluntad de Dios a la vuestra. Madres que lloráis, al ver a vuestros hijos generosos oír el llamamiento Divino, aprended Conmigo a sacrificar vuestro amor natural. Si vuestros hijos fueren llamados para trabajar en la Viña del Señor, no ahoguéis tan noble aspiración, como es la Vocación Religiosa. Madres y padres dedicados, aún que vuestro corazón sangre de dolor, dejaos partir, dejaos corresponder a los Designios de Dios, que usa con ellos tanta predilección. Padres que sufrís, ofreced a Dios el dolor de la separación, para que vuestros hijos, que fueron llamados, puedan ser en realidad buenos hijos de Aquel que os llamó. Acordaos que vuestros hijos a Dios pertenecen y no a vosotros. Debéis criaros para servir y amar a Dios en este mundo, y un día en el Cielo Lo alabarán por toda la Eternidad.

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¡Pobres aquellos que quieren amarrar a sus hijos, asfixiándoles la vocación! Los padres que así proceden pueden llevar a sus hijos a la perdición eterna y todavía tendrán que dar cuentas a Dios en el último día. Pero, protegiendo sus vocaciones, encaminándolos para tan noble fin, ¡qué bella recompensa recibirán estos padres afortunados! Y vosotros, hijos predilectos que sois llamados por Dios, proceded como Jesús procedió Conmigo: primeramente obedeced a la Voluntad de Dios, que os llamó para habitar en Su casa, cuando dice:

“Quien ama a su padre y a su madre más que a Mí no es digno de Mí.” ¡Vigilad si, por causa de un amor natural, dejáis de corresponder al llamado Divino!

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¡Almas elegidas que fuisteis llamadas y sacrificasteis los afectos más queridos y vuestra propia voluntad para servir a Dios! Grande es vuestra recompensa. ¡Adelante! Sed generosas en todo y alabad a Dios por haber sido escogidas para tan noble fin.

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Vosotros que lloráis, padres, hermanos, regocijaos porque vuestras lágrimas un día se convertirán en perlas, como la Mías se convirtieron a favor de la humanidad.

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4º. Dolor – Doloroso encuentro en el Camino del Calvario

Amados hijos, contemplad y ved si hay Dolor semejante a este Mío, cuando Me encontré con Mi Divino Hijo en el Camino del Calvario, cargando una pesada cruz e insultado como si fuese un criminal.

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 “ES preciso que el Hijo de Dios sea triturado para abrir las Puertas de la Mansión de la Paz” Me acordé de Sus Palabras y acepté la Voluntad del Altísimo, que siempre fue Mi Fuerza en horas tan crueles como esta.

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Al encontrarlo, Sus Ojos Me miraron fijamente y Me hicieron comprender el Dolor de Su Alma. No pudo decirme Palabra, pero Me hicieron comprender que era necesario que uniese a Mi  Su Gran Dolor. Amados Míos, ¡la unión de Nuestro Gran Dolor en este encuentro ha sido la Fuerza de tantos mártires y de tantas madres afligidas!

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¡Almas que teméis el Sacrificio, aprended aquí en este encuentro a someteros a la Voluntad de Dios, como Yo y Mi Hijo nos sometimos! Aprended a callaros en vuestros sufrimientos.

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¡En Nuestro Silencio, en este Dolor inmenso almacenamos para vosotros riquezas inmensurables! Vuestras almas han de sentir la eficacia de esta riqueza en la hora en que, abatidos por el dolor, recurriréis a Mí, haciendo la meditación de este encuentro dolorosísimo. ¡El valor de Nuestro Silencio se convierte en Fuerza para las almas afligidas, cuando en las horas difíciles supieren recurrir a la Meditación de este Dolor!

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Amados hijos, ¡cómo es precioso el Silencio en las horas de Sufrimientos! Hay almas que no saben sufrir un dolor físico, una tortura del alma en silencio;

¡desean pronto contarlo para que todos lo lastimen!

¡Mi Hijo y Yo todo soportamos en Silencio por Amor a Dios!

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¡Almas queridas, el Dolor Humilla y es en la Santa Humildad que Dios edifica! Sin Humildad, trabajaréis en vano; ved pues cómo el Dolor es necesario para vuestra Santificación.

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Aprended a sufrir en Silencio, como Yo y Jesús sufrimos en este Doloroso Encuentro en el Camino del Calvario.

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5º. Dolor – A los pies de la Cruz

Amados hijos, en la Meditación de este Mi Dolor encontraréis Consuelo y Fuerza para vuestras almas contra mil tentaciones y dificultades y aprenderéis a ser fuertes en todos los combates de vuestra vida.

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¡Vedme a los pies de la Cruz, asistiendo a la Muerte de Jesús, con el Alma y Mi corazón traspasados con los más Crueles Dolores!

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¡No os escandalicéis como lo hicieron los judíos! Ellos decían:

“¿Si ÉL es Dios, por qué no desciende de la cruz y se libra a sí mismo?

¡Pobres judíos, ignorantes unos, de mala fe otros, no quisieron creer que ÉL era el Mesías. No podían comprender que un Dios se humillase tanto y que Su Divina Doctrina clavaba la humildad. Jesús necesitaba dar el ejemplo, para que Sus hijos tuviesen la Fuerza de practicar una Virtud, que tanto cuesta a los hijos de este mundo, que tiene en las venas la herencia del orgullo.

¡Infelices los que, a imitación de los que crucificaron a Jesús, todavía hoy no saben humillarse!

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¡Después de tres horas de tormentosa agonía, Mi adorable Hijo muere, dejándome el alma en la más negra oscuridad!

Sin dudar en un solo instante, acepté la Voluntad de Dios, y en Mi Doloroso Silencio, entregué al Padre Mi inmenso Dolor, pidiendo, como Jesús, perdón para los criminales.

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Entretanto, ¿quien Me confortó en esta hora angustiosa? Hacer la Voluntad de Dios fue Mi confort, ¡saber que el Cielo fue abierto para todos los hijos fui Mi consuelo!

¡Porque Yo también en el Calvario fui probada con el abandono de toda consolación!

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Amados hijos, sufrir en unión con los Sufrimientos de Jesús encuentra consuelo; sufrir por haber hecho el bien en este mundo, recibiendo desprecios y humillaciones encuentra Fuerza.

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¡Qué gloria para vuestras almas, si un día por amar a Dios con todo vuestro corazón, fuereis también perseguidos!

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Aprended a Meditar muchas veces en este Mi Dolor, que él os dará Fuerza para ser Humildes: virtud amada de Dios y de los hombres de buena voluntada.

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6º. Dolor – Una lanza atraviesa el Corazón de Jesús

Amados hijos, ¡con el Alma inmersa en el más profundo Dolor, vi a Longino traspasar el Corazón de Mi Hijo, sin poder decir Palabra!  Derramé muchas Lágrimas… ¡Sólo Dios puede comprender el martirio de esta hora, en el Alma y en el Corazón!

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Después depositaron a Jesús en Mis Brazos, no cándido y bello como en Belén… ¡Muerto y llagado, pareciendo más un leproso que Aquel adorable y encantador niño, que tantas veces apreté a Mi Corazón!

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Amados hijos, si Yo tanto sufrí,

¿no seré capaz de comprender vuestros sufrimientos?

¿Por qué, entonces, no recurrís a Mí con más confianza, olvidados que tengo tanto valor delante del Altísimo?

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¡Porque mucho sufrí al los pies de la Cruz, mucho Me fue dado! Si no hubiese sufrido tanto, no habría recibido los Tesoros del Paraíso en Mis Manos.

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El Dolor de ver traspasar el Corazón de Jesús con la lanza, Me confirió Poder de introducir, en este amable Corazón, a todos aquellos que a Mí recurren. Venid a Mí, porque Yo puede colocaros dentro del Corazón Santísimo de Jesús Crucificado, Morada de Amor y de Eterna Felicidad!

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El sufrimiento es siempre un bien para el alma. ¡Oh almas que sufrís, regocijaos Conmigo que fui la segunda mártir del Calvario! ¡Mi Alma y Mi Corazón participaron de los suplicios del Salvador, conforme a la Voluntad del Altísimo, para reparar el pecado de la primera mujer! Jesús fue el Nuevo Adán y Yo la Nueva Eva, librando así a la humanidad del cautiverio en el cual se encontraba presa.

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Para corresponder, ahora a tanto Amor, sed muy confiados en Mí, no os afligiendo en las contrariedades de la vida, al contrario, confiadme todos vuestros recelos y dolores, porque ¡Yo sé dar en abundancia los Tesoros del Corazón de Jesús!

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No os olvidéis, hijos Míos, de Meditar en este Mi Inmenso Dolor, cuando estuviere pesada vuestra Cruz. Encontraréis Fuerza para sufrir por amor a Jesús que sufrió en la Cruz la más infame de las muertes.

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7º. Dolor – Jesús es sepultado

Amados hijos, cuánto Dolor, cuando tuve que ver sepultado a Mi Hijo. ¡A cuánta humillación Mi Hijo se sometió, dejándose sepultar siendo ÉL el mismo Dios! ¡Por Humildad, Jesús se sometió a la propia sepultura, para después, Glorioso, Resucitar de entre los muertos!

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Bien sabía Jesús cuánto Yo iba a sufrir viéndolo  sepultado, ¡no ahorrándoMe quiso que Yo también fuese participante en su Infinita Humillación!.

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Almas que teméis ser humillada, ¡ved cómo Dios Amó la humillación! ¡Tanto que Se dejó sepultar en los Santos Sagrarios, a esconder Su Majestad y Esplendor, hasta el fin del mundo! En verdad, ¿qué se ve en el  Sagrario? ¡Apenas una Hostia Blanca y nada más! ¡ÉL esconde Su Magnificencia debajo de la masa blanca de las especies del pan! En Verdad os digo,

¡no Lo admiráis tanto cuánto ÉL merece, por Jesús humillarse así hasta el fin de los siglos!

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La Humildad no rebaja al hombre, pues Dios Se Humilló hasta la sepultura y no dejó de Ser Dios.

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Amados hijos, si queréis corresponder al Amor de Jesús, mostradle que Lo amáis, aceptando las humillaciones. La aceptación de la humillación os purifica de toda y cualquier imperfección y, desprendiéndoos de este mundo, os hace desear el Paraíso.

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Queridos hijos, os he presentado estos Mis Siete Dolores, no para quejar Me, ¡sino solamente para mostraros las Virtudes que debéis practicar, para un día estar a Mi lado y al lado de Jesús! ¡Recibiréis la Gloria Inmortal, que es la recompensa de las almas que, en este mundo, supieron morir para sí, viviendo sólo para Dios!

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Vuestra Madre os Bendice y os invita a Meditar muchas veces en  estas Palabras dictadas,  porque mucho os Amo.

  


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