El Santo Papa visita Portugal


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Benedicto XVI reza a los pies de la Virgen de Fátima y le regala rosa de oro


FÁTIMA, 12 May. 10 (ACI).-Tras su llegada a Fátima a bordo de un helicóptero que aterrizó a esta ciudad portuguesa a las 5:16 p.m. (hora local), y luego de ser recibido por el Obispo de Leiria-Fátima, Mons. Antonio Augusto dos Santos Marto, el Papa Benedicto XVI se dirigió a la Capilla de las Apariciones y rezó ante la Virgen María.


Luego de tomarse una fotografía con los servidores militares que lo transportaron de Lisboa a Fátima, el Santo Padre llegó a la mencionada capilla en donde realizó la siguiente oración, acompañado de los cantos de la multitudinaria asamblea: «Nosotros te aclamamos María», que en medio de vivas recibió al Vicario de Cristo en la explanada del Santuario:

«Señora Nuestra y Madre de todos los hombres y mujeres, aquí estoy como un hijo que viene a visitar a su Madre y lo hace en compañía de una multitud de hermanos y hermanas. Como Sucesor de Pedro, al que se le confió la misión de presidir el servicio de la caridad en la Iglesia de Cristo y de confirmar a todos en la fe y en la esperanza, quiero presentar a tu Corazón Inmaculado las alegrías y las esperanzas, así como los problemas y los sufrimientos de cada uno de estos hijos e hijas tuyos, que se encuentran en Cova de Iria o que nos acompañan desde la distancia.


Madre amabilísima, tú conoces a cada uno por su nombre, con su rostro y con su historia, y quieres a todos con amor materno, que fluye del mismo corazón de Dios Amor. Te confío a todos y los consagro a ti.


María Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra. El Venerable Papa Juan Pablo II, que te visitó tres veces, aquí en Fátima, y te agradeció aquella «mano invisible» que lo libró de la muerte, en el atentado del trece de mayo, en la Plaza de San Pedro, hace casi treinta años, quiso ofrecer al Santuario de Fátima la bala que lo hirió gravemente y que fue colocada en tu corona de Reina de la Paz. Nos consuela profundamente saber que estás coronada no sólo con la plata y el oro de nuestras alegrías y esperanzas, sino también con la «bala» de nuestras preocupaciones y sufrimientos.


Te agradezco, Madre querida, las oraciones y sacrificios que los Pastorcillos de Fátima realizaron por el Papa, animados por los sentimientos que tú les habías infundido en las apariciones. Agradezco igualmente a todos aquellos que, cada día, rezan por el Sucesor de Pedro y sus intenciones, para que el Papa sea fuerte en la fe, audaz en la esperanza y ferviente en el amor. Madre querida por todos nosotros, te entrego aquí en tu Santuario de Fátima, la Rosa de Oro que he traído desde Roma, como regalo de gratitud del Papa, por las maravillas que el Omnipotente ha realizado por tu mediación en los corazones de tantos peregrinos que vienen a esta tu casa materna. Estoy seguro de que los Pastorcillos de Fátima, los Beatos Francisco y Jacinta y la Sierva de Dios Lucía de Jesús, nos acompañan en este momento de súplica y júbilo».


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