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ESPIRITUALIDAD CONYUGAL
Por mucho que lo busco, no llego a ver cómo las personas casadas pueden
santificarse. Empecemos por San Pablo:
<<El que no está casado se preocupa de las cosas de Dios:
el que está casado se preocupa de las cosas del mundo,
procura agradar a su mujer,
tiene que compartir su vida>>.
Y precisamente un amor entero, no compartido,
es lo que tiene que ser la perfección religiosa.
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También Santa Teresa del Niño Jesús, a propósito de su hermana Celina,
escribe: <<Yo había hecho por completo el sacrificio de no volver a verla.
La única cosa que me era imposible aceptar era que entregase su corazón
a un mortal>>. ¡Y esto lo dice una santa!
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Si alguien se pone a escribir la vida de una religiosa _puede usted ver
cualquier revista misional o religiosa_, dirá de ella:
<<Aspiraba a la más alta perfección…>>.
¿Cree usted que se puede decir esto del matrimonio?
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¿Es que valemos tan poco ante los ojos de Dios?
¿Seremos nosotros los parias. (Persona que pertenece a la clase social inferior en la India). pobres del cielo, detrás de los sacerdotes y las religiosas?
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¿Cómo es que no hay un solo santo casado?
Sí, lo sé, podría citarle a usted algunos casos.
Pero no se canse usted mucho: se trata de viudos
_y pondrán el acento en eso_, o de mártires,
o terminaron su vida entrando en una religión.
Por lo tanto, se trata de algo así como si fueran unos
<<rescatados>>. Y entonces, ¿es que el matrimonio no será un mal menor?
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No encuentro palabras para expresarle toda la vergüenza que siento de no
ser más que una persona casada.
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LOS CASADOS, ¿AL MARGEN DE LA SANTIDAD?
¿Vergüenza de ser casada?
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<<No encuentro palabras para expresarle la vergüenza que siento de no ser más que una persona casada>>.
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Todavía hay quienes creen estas palabras y viven su matrimonio con un
complejo paralizante. Sin ilusión y sin garbo. A lo más, miran al matrimonio como un sacramento <<de segunda clase>>.
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La llamada a la santidad ¿ es también para los casados?
No es para ellos una pregunta sin sentido, un absurdo interrogante.
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LA SANTIDAD NO ES MONOPOLIO DE NADIE
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Después del Vaticano II la incógnita ha quedado totalmente, definitivamente
despejada. Hoy todos sabemos muy bien que la santidad no es monopolio de nadie.
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Que acá no hay castas privilegiadas.
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Todos son llamados a la santidad. La palabra del Evangelio :
<<Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto>> (Mt 5,48)
no está dicha con carácter exclusivo a ningún grupo eclesial. Abarca a toda la Iglesia de arriba abajo. Es un pregón sin fronteras que debe resonar por las cuatro esquinas del mundo. Es una invitación personal a cada uno de los hijos de Dios.
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La Iglesia cuyo misterio propone este Sagrado Concilio, goza de indefectible santidad, ya que Cristo, el Hijo de Dios, a quien con el Padre y el Hijo llamamos el <<Solo Santo>>, amó a la Iglesia como a Esposa, entregándose a sí mismo por ella para santificarla (Ef 5, 25-26), la unió a sí mismo como a su propio cuerpo y la enriqueció con el don del Espíritu Santo para gloria de Dios. Por eso todos (28) en la Iglesia ya pertenezcan a la jerarquía, ya a la grey, son llamados a la santidad, según aquello del apóstol:
<<Porque ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación>> (Tes 4, 3