3) El nacimiento del Niño Jesús (Obras Completas de San Agustín)


GrutaBelen

3.Alabemos, amemos y adoremos este nacimiento,

 

cuya fecha celebramos hoy;

 

el nacimiento por el que se dignó venir a través de Israel y hacerse Emmanuel:

 

Dio con nosotros en la debilidad de la carne,

 

pero no en la maldad del corazón,

acercándose a nosotros por medio de lo que tomó de nosotros

y liberándonos por lo suyo en que permaneció

 

– en efecto, el Señor visitó a sus siervos mediante la debilidad mortal

 

para hacerlos libres mediante la inmutable verdad-;

 

este nacimiento, capaz de ser comprendido por la fragilidad humana;

no aquel que permanece sin tiempo y sin madre,

 

por encima de todas las cosas,

 

sino este que tuvo lugar en el tiempo,

 

sin padre entre todas las cosas;

 

alabemos,

 

amemos y adoremos a este hijo de la Virgen

 

y esposo de las vírgenes  nacido de madre intacta

 

y que nutre con la incorruptible verdad,

 

para triunfar por su misericordia

 

de la astucia del diablo una  vez vencida,

 

El diablo se infiltró para engañarnos corrompiendo la mente de la mujer;

 

Cristo,  para librarnos, nació de carne incorrupta,  también de mujer.

.

Exulten las vírgenes:  una virgen dio a luz a Cristo.

 

Mas no piensen que perdió aquélla lo que ellas han consagrado:

 

permaneció virgen después del parto.

 

Exulten las viudas:  la viuda Ana reconoció a Cristo,

 

niño sin habla aún.

 

Exulten las casadas:

 

Isabel, casada, profetizó que Jesucristo, el Señor,  iba a nacer.

 

Ningún estado ha quedado sin dar testimonio

 

de quien es la salvación de todos.

 

¿Acaso sólo las vírgenes alcanzan el reino de Dios?

 

Lo alcanzan también las viudas .

 

Grandes fueron los méritos de Ana, aquella viuda santa.

 

Desde su virginidad había vivido siete años con su marido;

muerto él,

 

 había llegado a la ancianidad,

 

 y en su santa vejez esperaba la infancia del Salvador,

 

para verlo pequeño,  ya entrada ella en años;

 

para reconocerlo, ya viejecita,  y para ver entrar en el mundo al Salvador,

 

ella que estaba a punto de salir de él.

 

También están recomendados los tres estados referidos al sexo masculino.

 

El mismo Cristo nació niño:

 

exulten los niños,  consagrando su castidad al niño.

 

El que otorgó la fecundidad a su madre sin quitarle la virginidad hizo,

 

en verdad, sagrada la integridad de la castidad.

 

El anciano Simeón,

 

cuya edad iba pareja con la de Ana,

 

 había vivido muchos años,

 

y había recibido la promesa de que no conocería la muerte

 

sin haber visto antes al Cristo del Señor.

.

Comprended, hermanos,

 

cuán grande era el deseo de ver a Cristo que tenían los santos antiguos.

 

 Sabían que tenía que venir,

 

y cuantos vivían piadosamente decían:

 

«¡Oh, si me encontrara aquí su nacimiento!

 

¡Oh, si lograra ver con mis ojos lo que creo en la Escritura de Dios!»

 

Para que sepáis

 

cuán grande era el deseo de los santos que conocían por la Sagrada

 

Escritura que una virgen daría a luz,

 

cuando oísteis cuando se leyó Isaías:

 

He  aquí que una virgen concebirá y dará  a luz un hijo,

 

se llamará Emanuel…

 

Qué significa Emmanuel

 

nos lo descubrió el Evangelio al decir  que se traduce por

 

«Dios con nosotros«.

 

No  te resulte extraño, alma incrédula,  quienquiera que seas;

 

no te parezca imposible que una virgen dé a luz y permanezca siendo virgen.

 

Comprende  que es Dios quien ha nacido y no te extrañará el parto de una virgen.

 

Por tanto,  para que sepaís que los santos y justos de la antigüedad desearon

 

ver lo que se les concedió a este anciano Simeón,

 

nuestro Señor Jesucristo dijo,  dirigiéndose a sus discípulos:

 

Muchos justos y profetas quisieron ver lo que vosotros estáis viendo,

 

y no lo vieron, y oír lo que estáis oyendo, y no lo oyeron.

 

Este anciano era mayor ya para oírle,

 

pero estaba  maduro para verlo,

 

 No esperó a oír hablar a Cristo,

 

 porque lo reconoció cuando aún no hablaba.

 

Y esto le fue concedido ya en su extrema vejez,

 

 como a hombre que deseaba y suspiraba y

 

decía a diario en sus plegarias:

 

«¿Cuándo vendrá?

 

¿Cuando vendrá?

 

 ¿Viviré hasta entonces?

 

¿Me encontrará aquí?

 

¿Verán estos ojos míos a aquel que abrirá los ojos del corazón?»

 

Todo esto lo decía en su oración,

 

 y en atención a su deseo recibió como respuesta que no

 

gustaría la muerte antes de ver al Cristo del Señor.

 

María,  su madre,  llevaba al niño aún sin habla;

 

él, anciano, lo vio y lo reconoció.

 

¿Donde  lo había visto para reconocerlo?

 

¿O es que se lo reveló dentro quién había nacido fuera?

 

Lo vio y lo reconoció.

 

 Simeón reconoció al niño que no hablaba,

mientras los judíos dieron  muerte

 

a un hombre maduro que obraba maravillas.

 

Habiéndolo reconocido, lo tomó en sus manos y lo abrazó.

 

llevaba a aquel por quien era llevado,     pues era Cristo,

 

la Sabiduría de Dios,

 

 que se extiende poderosa de uno extremo al otro

 

y dispone todas las cosas con suavidad.

 

¡Cuán grande era el que estaba allí!

 

Y, a pesar de ser tan grande,

 

¡qué pequeño se había hecho!  Hecho pequeño,

 

 buscaba a los pequeños.

 

¿Qué significa este buscar a los pequeños?

 

Convocaba no a los soberbios u orgullosos,

 

sino a los humildes y mansos .

 

Se dignó ser colocado en un pesebre

 

para convertirse en vianda para los jumentos piadosos.

 

Simeón lo tomó en sus brazos  y  dijo:

 

Ahora  dejas, Señor, a tu siervo en paz.

 

Me dejas en paz porque veo la paz. ¿Por qué me dejas en paz?

 

Porqué  mis ojos han visto tu salvación.

 

La salvación de Dios es Jesucristo, el Señor.

.

 Anunciad al día del día, su salvación.

. Fuente.Obras completas de San Agustín

           


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.