LITURGIA DE LA EUCARISTÍA
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Inicia con el ofertorio, que es el momento donde se presentan pan, vino, algunas veces algún signo de comunión con los más necesitados, pero también ofrecemos nuestras propias vidas y personas.
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Oración sobre las ofrendas: es una oración de comunión y de amor mutuo.
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Empieza el centro culmen de toda la celebración: todos los fieles se unen con Cristo en el reconocimiento de las grandezas de Dios y en la ofrenda del sacrificio. Consta de las siguientes partes:
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Acción de gracias (sobre todo en el prefacio)
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Epíclesis (invocación al Espíritu Santo)
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Consagración
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Anammesis (memorial)
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Oblación
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Intercesiones
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Doxología final (con el «Amén» del pueblo).
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El Prefacio de la Eucaristía, que es alabanza al Señor y acción de gracias. «Es nuestro deber y salvación darte gracias y glorificarte. Habla de las maravillas del Señor y a veces hace remembranza de acciones concretas de la Historia de la Salvación. Termina con el Santo , que es el canto de alabanza recogido de los labios entusiastas de los israelitas en Jerusalén.
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Plegaria eucarística. Existen cuatro plegarias eucarísticas de manera universal. Hay otras adaptadas a las necesidades aprobadas por los obispos. Generalmente los domingos se utiliza la plegaria eucarística número II y es la que seguiremos para ver el contenido que nos trasmite:
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El sacerdote presta todo su ser a Cristo en el momento de la consagración. Cristo, el único sacerdote actúa a través de la persona humana de su consagrado, para consagrar y convertir el pan en Cuerpo de Dios, y el vino en Sangre de Dios.
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Se hace la invocación al Espíritu Santo y después se hace la Consagración.
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«Tomen y coman». Estas palabras nos invitan a ser participes de la Eucaristía, no a ser simples espectadores.
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«Hagan esto en conmemoración mía».
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Por ello la invitación a asistir y participar en la Misa de este ofrecimiento de Cristo por nuestros pecados.
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«Este es el Sacramento de nuestra fe».
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El resumen de nuestra fe es éste:
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«Anunciamos tu muerte», porque realmente has muerto.
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«Proclamamos tu resurrección», pues la muerte no puede contigo. Tú eres Dios de vivos y no Dios muertos y Dios de muertos.
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«Ven, Señor Jesús» , esta es la respuesta del cristiano.
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Se pide por toda la Iglesia, por los difuntos, por los muertos y por los que nadie se acuerda, se pide la intercesión de María, de los apóstoles, de los santos. Y se da la gran aclamación (doxología) final con estructura trinitaria. Todo honor es para Dios, no podemos robarle nada de honor al Señor, y se termina con el Amén.