Agonía de Jesús en el Huerto de Getsemaní (Las Horas de la Pasión: Luisa Picarreta)


 

Agonizante Jesús, parece que está por apagarse Tú vida.  oigo ya el estertor de tu agonía y veo tus hermosos ojos eclipsados por la cercana muerte y tus santísimos miembros abandonados, y siento cada vez más como que ya no respiras ,  y siento que el corazón se me rompe por el dolor… Te abrazo y te siento helado; te toco y no das señales de vida… ¡Jesús!  ¿Estas muerto?

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Afligida Mamá, ángeles del Cielo, venid a llorar a Jesús; y no permitáis que siga yo viviendo sin El, porque no puedo.  Y me lo estrecho más fuerte y siento que da otro respiro, y luego que otra vez no da señales de vida…  Yo lo llamo: «¡Jesús, Jesús, vida mía, no te mueras! Ya oigo el ruido de tus enemigos que vienen a prenderte …  ¿Quién te defenderá en el estado en que te encuentras?   Y  El, sacudido, parece que resurge de la muerte a la vida.  Me mira y me dice:  «Hija, ¿estás aquí?  ¿Has sido espectadora de mis penas y de tantas muertes como he sufrido?  Pues bien, debes saber, oh hija, que en estas tres horas de amarguísima agonía he reunido en Mí todas las vidas de las criaturas, y he sufrido todas sus penas y hasta sus mismas muertes,  dándoles a cada una mi misma Vida…

Mis agonías sostendrán las suyas; mis amarguras y mi muerte se tornarán para ellas en fuente de dulzura y de vida.  ¡Cuánto me cuestan las almas ! ¡Si fuese al menos correspondido!  Es por eso que has visto cómo, mientras moría, volvía a respirar… Eran las muertes de las criaturas que sentía en Mí.»

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Fatigado Jesús mío,  ya que has querido encerrar en ti también mi muerte, te ruego que por esta amarguísima agonía tuya,  vengas a asistirme  en el momento de mi muerte.  Yo te he dado mi corazón como refugio y reposo, mis brazos para sostenerte y todo mi ser a tu disposición y oh, con cuánto deseo me entregaría en manos de tus enemigos para poder morir yo en lugar tuyo…

Ven, oh vida de mi corazón,  en aquel momento extremo, a darme lo que te he dado,  tu compañía, tu Corazón como lecho y descanso,  tus brazos como sostén,  tus respiros afanosos  para aliviar mis afanes, de modo que al respirar lo haré por medio de tu respiración,  que como aire purificador me purificará de toda mancha y me preparará la entrada en la felicidad eterna… Más aún ,  dulce Jesús Mío, aplicarás a mi alma toda la Humanidad Santísima,  de modo que al mirarme me verás a través de ti mismo,  y  viéndote a ti mismo en mí,  no hallarás nada de qué juzgarme; luego, me bañarás en tu Sangre, me vestirás con la blanca vestidura de tu Santísima Voluntad, me transfigurarás en el sol de tu Amor y dándome el último beso me harás emprender el vuelo de la tierra al Cielo…

Y ahora te ruego que hagas esto que quiero para mí, a  todos los agonizantes; estréchatelos a todos en el abrazo de  tu  amor y dándoles el beso de la unión sálvalos  a todos y no permitas que ninguno se pierda.

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Afligido bien mío, te ofrezco esta hora, en la que he hecho memoria de tu Pasión y de tu muerte, para desarmar la justa ira de Dios por tantos pecados,  por la conversión de los pecadores, por la paz  de  los  pueblos,  por  nuestra  santificación  y  en  sufragio  de  las  almas  del  Purgatorio.

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Pero veo que tus enemigos están ya cerca y Tú quieres dejarme para ir a su encuentro.  Jesús, permíteme que te bese en la mejilla,  donde Judas osará besarte con su beso infernal.  Permíteme que te limpie el rostro bañado en sangre, sobre el cual van a llover bofetadas y salivazoz.  Y Tú,  estrechandome fuerte a tu corazón, no dejarás que te deje jamás, sino que harás que te siga en todo…      ¡Bendiceme!

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Fuente: Las Horas de la Pasión de Luisa Picarreta.

3 respuestas a “Agonía de Jesús en el Huerto de Getsemaní (Las Horas de la Pasión: Luisa Picarreta)”

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