NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES


15 de septiembre

Los SIETE DOLORES de la SANTÍSIMA VIRGEN:



La imagen de la Virgen Dolorosa -Virgen de la Soledad- y la imagen de María con su Hijo muerto en su regazo -la Piedad-, puede decirse que no faltan en ninguna iglesia, que es la advocación preferida de todas las madres, que han dado a luz a sus hijos con dolor y han tenido que sufrir tanto por ellos, por diversos motivos y con tanta frecuencia. ¡Qué maravilla de Dolorosas en las procesiones de la Semana Santa Española!

Decía un buen observador que la Pietá de Miguel Angel no le había impresionado hasta que vio a una mujer con los huesos y la mochila de su hijo en su regazo, siete meses después de perdido en la montaña.

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El ángel había dicho a María que era bendita entre todas las mujeres, y apenas nacido Jesús, ya la llamaba Simeón la Madre de los Dolores, ya le anunciaba que una espada le atravesaría el corazón. Uno de los castigos del pecado original era que la mujer alumbraría a sus hijos con dolor, y ahora Simeón le decía que ella, que estaba libre del pecado original no se libraría de alumbrarnos con dolor, unida a la cruz de Jesús. Si El había de ser Varón de Dolores, Ella sería la Madre de los Dolores. Una Madona sin sufrimientos, junto a un Cristo sufriente, dice Fulton Sheen, sería una Madona sin amor. Cristo nos amó tanto que quiso morir para expiar nuestra culpa y quiso que su Madre sufriera con El.


«Fue cruel Simeón con aquella jovencita madre. ¿Por qué anticipar el dolor? ¿Por qué no dejarla disfrutar del gozo del nacimiento? ¿Por qué esta crueldad innecesaria? ¿Por qué multiplicarle la tristeza anticipándola?» (Martín Descalzo).


Desde que María oyó a Simeón, ya nunca levantaría las manitas del Niño sin ver en ellas una sombra de los clavos. Simeón retiró la vaina que ocultaba el futuro e hizo que la acerada hoja del dolor brillara ante los ojos de María. Cada pulsación que advirtiera en las diminutas muñecas de su hijito, sería para ella como el eco de una martillazo inminente. No bien botada al mar del mundo aquella joven vida, cuando ya Simeón, viejo marinero, hablaba de naufragios. Fue muy larga la herida de la espada.

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La alegría del nacimiento, los pastores, los Magos, pasaron pronto, y llegó la amargura del destierro. Tras los gozos de la niñez, vinieron las palabras misteriosas de Jesús en el templo. Junto a la amable vida de familia, está la llamada «noche de Nazareth», noche que duró muchos años. Jesús sigue en el taller. María espera en la oscuridad de la fe.

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Por fin sale a predicar. Le siguen las turbas, realiza milagros. Pero quieren despeñarle en Nazareth -iglesita de Nuestra Señora del Temblor- y los sabios y sumos sacerdotes le desprecian. Y llega la Pasión. María no aparece el Domingo de Ramos, pero no falta a la cita en la Calle de la Amargura. Y menos podía faltar en el calvario, junto a la Cruz de Jesús.

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Ahí está la Madre de los Dolores sufriendo con su Hijo. Ahora repite el Fiat que un día pronunció. Entonces le costó poco, ahora le cuesta mucho. Lo repite con un profundo dolor. «Mirad si hay dolor semejante a mi dolor». Pero lo repite con firmeza, de pie. Es la Reina de los mártires, la gran sacerdotisa de la humanidad. Ofrece al Hijo y se ofrece ella misma.

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Jesús es colocado en los brazos de su Madre. María se acordaría de Belén. Pero todo había cambiado. Ahora está muerto y desfigurado. Cuando Jesús fue sepultado, la soledad de la Virgen fue todavía mayor. «Otra vez como en Belén tu falda cuna le hacía y sobre El tu amor volvía a la angustias primeras… Señora, si tú quisieras contigo le lloraría» (Pemán).



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Nuestra Señora de los dolores

Esta advocación representa los siete dolores
de la santísima Virgen María.
Nuestra Señora prometió que concedería siete gracias a aquellas almas que la honren y acompañen diariamente, rezando siete Ave Marías mientras meditan en sus lágrimas y dolores:

1. «Yo concederé la paz a sus familias.»
2. «Serán iluminadas en cuanto a los divinos Misterios.»
3. «Yo las consolaré en sus penas y las acompañaré en sus trabajos.»
4. «Les daré cuanto me pidan, con tal de que no se oponga a la adorable voluntad de mi divino Hijo o a la salvación de sus almas.»
5. «Los defenderé en sus batallas espirituales contra el enemigo infernal y las protegeré cada instante de sus vidas.»
6. «Les asistiré visiblemente en el momento de su muerte y verán el rostro de su Madre.
7. «He conseguido de mi Divino Hijo que todos aquellos que propaguen la devoción a mis lágrimas y dolores, sean llevadas directamente de esta vida terrena a la felicidad eterna ya que todos sus pecados serán perdonados y mi Hijo será su consuelo y gozo eterno.»

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Su Fiesta se celebra el 15 de Setiembre

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PLEGARIA  A  LA  VIRGEN DOLOROSA

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Madre  y  Señora  Nuestra  Dolorosa.

Traspasada  de  dolor  en  la  profecía de Simeón.

Cuidadosa  huyendo  a  Egipto.

Triste   y  atribulada  buscando  a  tu  Hijo  perdido.

Afligida  y  ansiosa,  encontrándolo  camino  del   Calvario.

Deshecha  en  llanto  pero  firme,  de  pie  junto a  la  Cruz  de Jesús

Agonizante  y  temblando  con  tu  Hijo  muerto  en  los  brazos.

Sola  y  sin  alivio,  después  de enterrar  a Jesús.

Acepta,  Madre,  nuestra  compasión  y  alcánzanos  fervor en la

oración,  humildad  en  las  aflicciones,  fortaleza en  las  tentaciones,

perseverancia  en  el  bien  y  una  santa  muerte,  para  alcanzar  los

frutos  de  la  Redención:  el  Reino  de  los  Cielos.   Amén.


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