Mira, la mano del Señor no es tan corta que no pueda salvar, ni es tan duro de oído que no pueda oír.
Son vuestras culpas las que crean separación entre vosotros y vuestro Dios; son vuestros pecados los
que tapan su rostro, para que no os oiga.
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Pues vuestras manos están manchadas de sangre; vuestros dedos, de crímenes; vuestros labios dicen
mentiras; vuestras lenguas murmuran maldades. No hay quien invoque la justicia, ni quien pleitee
con sinceridad; se apoyan en la mentira, afirman la falsedad, conciben el crimen y dan a la luz la maldad.
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Incuban huevos de serpiente y tejen telas de araña; quien come esos huevos muere; se se cascan, salen
víboras. Sus telas no sirven para vestidos; son tejidos que no pueden cubrir. Sus acciones son criminales,
las obras de sus manos son violentas.
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Sus pies corren al mal, tienen prisa por derramar sangre inocente; sus planes son planes criminales,
destrozos y ruinas jalonan su camino. No conocen el camino de la paz, no existe el derecho en sus senderos;
se abren sendas fortunosas; quien las sigue no conoce la paz. Por eso, está lejos de nosotros el derecho,
y no nos alcanza la justicia: esperamos la luz, y vienen tinieblas; claridad, y caminamos a oscuras.
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Como ciegos, vamos tanteando la pared; andamos a tientas, como gente sin vista. En pleno día, tropezamos
como al anochecer; en pleno vigor, estamos como muertos.
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Todos gruñimos como osos, y nos quejamos como palomas. Esperamos en el derecho, pero nada;
en la salvación, y está lejos de nosotros . Porque nuestros Crímenes son muchos en tu presencia,
y nuestros pecados nos acusan; nuestros crímenes nos acompañan, y reconocemos nuestras culpas:
rebelarnos y olvidarnos del Señor, volver la espalda a nuestro Dios, tratar de opresión y revuelta,
urdir por dentro engaños; y así se tergiversa el derecho, y la justicia se queda lejos; porque en la plaza
tropieza la lealtad, y la sinceridad no encuentra acceso.
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RESPONSORIO (Is 59,12; 1Jn 1,8)
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R. Nuestros crímenes son muchos en tu presencia, y
nuestros pecados nos acusan; * nuestros crímenes nos acompañan, y reconocemos nuestras culpas.
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V. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos,
y la verdad no está en nosotros.
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R. Nuestros crímenes nos acompañan , y reconocemos nuestras culpas.
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Fuente: Liturgia de las Horas III