Evangelio de San Mateo (22,1-14)


 

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La repulsa de la llamada amorosa de Dios por parte de los israelitas, debida a indiferencia o a hostilidad, les llevó a la perdición. Pero también los gentiles deben corresponder fielmente a su llamada para no ser arrojados «a las tinieblas de afuera».

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La boda, dice San Gregorio Magno (En la homilia del Evangelio,36), es la boda de Cristo con su Iglesia, y el traje es la virtud de la caridad: entra por lo tanto a las bodas, pero sin el vestido, quien tiene fe en la Iglesia, pero no posee la caridad.

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El traje de bodas indica, en general, las disposiciones con las que se ha de entrar en el Reino de los Cielos. Si alguien no las posee, aun perteneciendo a la Iglesia, será condenado el día en que Dios juzgue a cada uno. Estas disposiciones son, en resumen , la correspondencia a la gracia.

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El Concilio Vaticano II recuerda la verdad de los novísimos, uno de cuyos aspectos declara este versículo. Al hablar de la índole escatológica de la Iglesia, invoca la advertencia del Señor de que estemos vigilantes contra las asechanzas del demonio, para poder resistir en el día malo (cfr. Eph 6,11-13), «Pero, como no sabemos ni el día ni la hora, por aviso del Señor, debemos vigilar constantemente para que, terminado el único plazo de nuestra vida terrena (cfr Heb 9,27), si queremos entrar con El a las bodas, merezcamos ser contados entre los elegidos (cfr Mt 25,31-46) seamos arrojados al fuego eterno (cfr Mt 25,41), a las tinieblas exteriores en donde habrá llanto y crujir de dientes» (Lumen gentium, n. 48).

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Estas palabras no contradicen, en modo alguno la voluntad salvifica universal de Dios (cfr 1 Tim 2,4), En efecto, Cristo, en su Amor por los hombres, busca la conversión de cada alma con infinita paciencia, hasta el extremo de morir en la cruz (cfr Mt 23, 37; Lc 15 4-7); Es la doctrina que enseña el Apóstol San Pablo, cuando dice Cristo nos amó y (Eph 5,2), Cada uno de nosotros puede afirmar con el Apóstol que Cristo «me amó y se entregó por mí» (Gal 2,20), No obstante, Dios, en su infinita sabiduría, respeta la libertad del Hombre, que tiene la tremenda posibilidad de rechazar la gracia (cfr Mt 7, 13-14).

Fuente: Santos Evangelios

 


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