Lunes Santo


 

Mi elegido,  en quien me complazco (Isaías 42, 1-7).

Jesús fue a Betania.  María magdalena  derramó el perfume en los  pies de Jesús (Juan 12, 1-II.

Buenos días y ¡bienvenido al alba de esta Semana Santa!

Cuando se ama… todo parece poco para agasajar a la otra persona.  El  amor,  cuando existe, no conoce más medida que darse por sistemas.

Eso es lo que encontramos en estos tres días que preceden al Triduo de la Pascua:  ternura y amistad.  En medio de los abrojos y de las espinas que crecieron en torno a la figura de Jesús;  en el entorno de un mundo que no entendía y cerraba los ojos al señorío de Jesús… surge,  en este Lunes de Semana Santa, una mujer excepcionalidad y oasis en medio del desierto.

Tal vez en sus últimas horas,  Jesús,  quiso arroparse con el cariño y la cercanía de los suyos .  Y, éstos, le ofrecieron lo que simbolizaba su lealtad y su amistad,  su aprecio y su confianza:  ¡perfume en abundancia,  preámbulo de su unción próxima!

Aquella que derrochaba amor y admiración por Cristo… no quiso poner precio a un perfume vertido  a  los pies  de  Jesús.

Pudieron más los gestos que las palabras:  arrodillada a los pies del Maestro,  su esencia,  era presagio de la muerte anunciada.

Aquel que selló de palabra y de obra la venta de Jesús… puso, antes y después,  plata a su entrega; ¡30 monedas eran poco comparadas con la riqueza que regalaba María Magdalena a los pies del Nazareno!.

Y… ¿nuestros perfumes?

Acostumbrados a tasar las cosas y las personas… nos cuesta ofrecer gratuitamente el aroma de nuestro servicio a los demás.

Mediatizados por la competitividad… corremos serios riesgos de  «vender»  en vida la fama y la credibilidad de prójimos que nos rodean.

Empujados por el máximo beneficio… medimos con cuentagotas la calidad para los demás y en sobreabundancia lo que es para nuestro bien personal.

Educados para la palabra… se nos hace difícil entender gestos como el de María Magdalena:  se desprendía de lo más caro y valioso que tenía en su casa.

Condicionados y justificados por el ambiente… buscamos mil excusas para que sean siempre los demás los que tengan que hacer frente a los grandes dramas del mundo (pobreza, hambre, enfermedades…) mientras procuramos guardar con mimo la bolsa de nuestra personal riqueza.

Jesús viene a nuestra casa

Antes de iniciar la Pascua,  el Señor viene a la casa de cada uno de nosotros.  Hemos vivido muy cerca de Él en este tiempo de Cuaresma y ahora,  en contraprestación.  parece como si fuera a despedirse de aquellos que supieron estar a su lado,  ¿Lo hemos estado nosotros?

Ojalá,  que en estas vísperas de la Semana Santa, sepamos volcar lo más caro y mejor de  nosotros  mismos  sobre  Él.

Ojalá,  en estos días tan cercanos,  sepamos contagiar el ambiente con nuestra Fe pública como lo hizo el Nardo que María Magdalena echó a los pies de Jesús.

Ojalá, en estas horas de juicio y de condena,  seamos hombres y mujeres firmes en nuestro amor a Dios y en nuestra lealtad a su Hijo.

Ojalá, todas nuestras casas,  como cristianas que son,  se llenen del aroma de una vida cristiana que en Semana Santa se tiene que consolidar,  fortalecer,  purificar y derramar.

Ojalá, aunque sea caro el perfume de nuestro tiempo,  seamos capaces de ofrecerlo  en abundancia a los pies clavados de Jesús:

Velando  con  Él  en  la  noche  de  Jueves  Santo.

Besando sus pies al ser crucificado en Viernes Santo.

Y quedándonos asombrados porque,  de su pasión,  lo único que quedó fueron sus llagas y cicatrices  en  manos,  pies  y  costado.

¡Sólo desde el amor ponemos a las personas por encima de lo material!

 

Fuente: Javier Leoz

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