13 de Octubre de 1917 Aparición Virgen de Fátima


Imagen Virgen de Fátima

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En preparación para las apariciones de Nuestra Señora, un ángel quien se identificó como el Ángel de Portugal, le habló en primer lugar a los niños diciéndoles: «No teman. Yo soy el ángel de la Paz. Recen conmigo».

Luego el se arrodilló, doblándose hasta tocar el suelo con su frente y rezó: «Dios mío, yo creo, yo adoro y yo te amo!, te pido perdón por aquellos que no creen, no adoran, no confían y no te aman!» El dijo esta oración tres veces. Cuando se paró, le dijo a los niños «Recen así. Los corazones de Jesús y María están atento a la voz de sus suplicaciones» El dejó los niños quienes empezaron a decir esta oración frecuentemente.

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La primera aparición del Angel


Las apariciones del Ángel de Portugal (1916)

En la Portugal rural del 1917 no es inusual el ver a los niños llevando a sus rebaños a pastorear. Esto es lo que los niños de la familia Marto y Santos, todos primos, hacían en estos días. Casi siempre eran Lucía Santos, Francisco Marto y su hermana Jacinta, los que con gusto tomaban esta responsabilidad agradecidos por el chance de estar al aire libre y de jugar mientras las ovejas pastoreaban en silencio. Ellos llevaban a pequeños grupos de ovejas a pastorear en parcelas pertenecientes a sus padres en diferentes partes de la sierra, el altiplano en el que se encontraba el pueblito de Fátima (donde la Iglesia parroquial se encontraba) y Aljustrel (donde vivían los niños). Dos miradores favoritos eran las colinas que miraban a Aljustrel, cerca de un campo llamado Loca do Cabeco (Lugar de la Cabeza) y la Cova da Iria (Enseñada de Irene) a un distancia de Fátima. En estos lugares ocurrieron las apariciones que cambiarían el curso de la vida de estos niños y de la historia del siglo 20.

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En la primavera de 1916 Lucía, Francisco y Jacinta tuvieron su primer encuentro con un mensajero celestial. Escribiendo en sus memorias, compuestas bajo obediencia a su obispo, Lucía nos cuenta sobre esa primera reunión:

Fuimos esa vez a la propiedad de mis padres, que está abajo del Cabeco, mirando hacia el este. Se llama Chousa Velha.

Como a mitad de mañana comenzó a lloviznar y subimos la colina, seguidos de las ovejas, en busca de una roca que nos protegiera. Así fue como entramos por primera vez en el lugar santo. Está en la mitad de una arboleda de olivos que pertenece a mi padrino, Anastasio. Desde allí uno puede ver la aldea donde yo nací, la casa de mi padre y también Casa Velha y Eira da Pedra. La arboleda de obispos, que en realidad pertenece a varias personas, se extiende hasta estos lugares.

Pasamos el día allí, a pesar que la lluvia había pasado y el sol brillaba en el cielo azul. Comimos nuestros almuerzos y comenzamos a rezar el rosario. Después de eso comenzamos a jugar un juego con guijarros. Pasaron tan solo unos segundos cuando un fuerte viento comenzó a mover los árboles y miramos hacia arriba para ver lo que estaba pasando, ya que era un día tan calmado. Luego comenzamos a ver, a distancia, sobre los árboles que se extendían hacia el este, una luz más blanca que la nieve con la forma de un joven, algo transparente, tan brillante como un cristal en los rallos del sol. Al acercarse pudimos ver sus rasgos. Nos quedamos asombrados y absorbidos y no nos dijimos nada el uno al otro. Luego él dijo:

No tengan miedo. Soy el ángel de la paz. Oren conmigo.

El se arrodilló, doblando su rostro hasta el suelo. Con un impulso sobrenatural hicimos lo mismo, repitiendo las palabras que le oímos decir:

Mi Dios, yo creo en ti, yo te adoro, yo te espero y yo te amo. Te pido perdón por los que no creen, no te adoran, no te esperan y no te aman.

Después de repetir esta oración tres veces el ángel se incorporó y nos dijo:

Oren de esta forma. Los corazones de Jesús y María están listos para escucharlos.

Y desapareció. Nos dejó en una atmósfera de lo sobrenatural que era tan intensa que estuvimos por largo rato sin darnos cuenta de nuestra propia existencia. La presencia de Dios era tan poderosa e intima que aún entre nosotros mismo no podíamos hablar. Al día siguiente, también esta atmósfera nos ataba, y se fue disminuyendo y desapareció gradualmente. Ninguno de nosotros pensó en hablar de esta aparición o hacer ningún tipo de promesa en secreto. Estabamos encerrados en el silencio sin siquiera desearlo.

El efecto intenso de esta aparición del Angel tuvo sobre los niños, fue diferente a la experiencia un tanto serena con al Virgen el año siguiente. Lucía dice:

No sé porque pero las apariciones de la Virgen produjeron en nosotros efectos muy diferentes que los de las visitas del ángel. En las dos ocasiones sentimos la misma felicidad interna, paz y gozo, pero en vez de la posición física de postrarce hasta el piso que impuso el ángel, nuestra Señora trajo una sensación de expansión y libertad, y en vez de este aniquilamiento en la presencia divina, deseábamos solamente exaltar nuestro gozo. No había dificultad al hablar cuando nuestra Señora se apareció, había más bien por mi parte un deseo de comunicarme.

Esta diferencia puede tal vez ser explicada de la siguiente manera. Los ángeles cualquiera que sea su coro tienen en común con Dios una naturaleza espiritual, no mezclada con la materia. La bondad de su ser, llena de justicia divina de acuerdo con el nivel de gloria dado a cada uno, irradia esa santidad sin mediación, por tanto proporcionada a la capacidad de los seres humanos para experimentarla. No sin razón las escrituras demuestran cuan fácil se puede confundir a un ángel apareciéndose a un hombre con el mismo Dios. (Apoc. 19:10, 22:9). Sin embargo, cuando se aparece nuestra Señora, aunque su gloria es mayor a la del más alto serafín, su naturaleza humana cubre esta gloria, así como pasó con la naturaleza de nuestro Señor, aún después de su Resurrección.

Aunque los ángeles también pueden aparecer en una forma más mundana, debe haber sido parte del propósito divino el revelarle a los niños algo de la Santidad de Dios. Lucía nos dice sobre este efecto que tardó en desaparecer:

Sus palabras se sumieron tan profundamente en nuestras mentes que nunca las olvidamos, hasta el punto en que pasábamos largos ratos de rodillas repitiéndolas, a veces hasta que nos caíamos exhaustos.

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La Segunda Aparición del Angel

Durante el verano de 1916 los tres primos estaban jugando en el calor del día en el jardín cerca del pozo detrás de la casa de los Santos en Aljustrel. Lucía describe cómo el ángel se les apareció una vez más, castigándolos por su falta de seriedad espiritual.

De repente vimos al mismo ángel cerca de nosotros.

¿Que están haciendo? Ustedes deben rezar!. Rezar!. Los corazones de Jesús y María tienen designios Misericordiosos para ustedes. Deben ofrecer sus oraciones y sacrificios a Dios, el Altísimo.


¿Pero como nos debemos sacrificar? Pregunté.

En todas las formas que puedan ofrezcan sacrificios a Dios en reparación por los pecados por los que Él es ofendido, y en suplicación por los pecadores. De esta forma ustedes traerán la paz a su país, ya que yo soy su ángel guardián, el Angel de Portugal. Además, acepten y soporten con paciencia los sufrimientos que Dios les enviará.

Esta aparición renovó el mismo efecto profundo que tuvo el primero en ellos. Francisco, quien a lo largo de las apariciones del ángel y de nuestra Señora podía ver pero no escuchar, no tuvo éxito en obtener de las niñas las palabras que el ángel había dicho hasta el próximo día. Lucía nos dice:

Las palabras del ángel se sumieron en lo profundo de nuestras almas como llamas ardientes, mostrándonos quien es Dios, cual es su Amor por nosotros, y cómo Él quiere que nosotros le amemos también, el valor del sacrificio y cuanto Le agrada, cómo El lo recibe para la conversión de los pecadores. Es por eso que a partir de ese momento comenzamos a ofrecerle aquellos que nos mortificara.

La Tercera Aparición del Angel

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Lucía no está segura de cuando ocurrió la tercera aparición del ángel, ella cree recordar que fue a finales de Septiembre o Octubre de 1916. Habiéndose dirigido a Cabeco con sus rebaños, y estando más atentos a las palabras del ángel, ellos se arrodillaron inmediatamente para orar la oración que les enseño el ángel: Dios mío, yo creo en ti, yo te adoro…etc.

Después de haber repetido esta oración no sé cuantas veces vimos a una luz extraña brillar sobre nosotros. Levantamos nuestras cabezas para ver que pasaba. El ángel tenía en su mano izquierda un cáliz y sobre él, en el aire, estaba una hostia de donde caían gotas de sangre en el cáliz. El ángel deja el cáliz en el aire, se arrodilla cerca de nosotros y nos pide que repitamos tres veces:

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro profundamente, y te ofrezco el precioso cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Jesucristo, presente en todos los tabernáculos del mundo, en reparación de los sufragios, sacrilegios e indiferencia por medio de las cuales Él es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Sagrado Corazón y por el Inmaculado Corazón de María, pido humildemente por la conversión de los pobres pecadores.

Después se levantó, tomó en sus manos el cáliz y la hostia. La hostia me la dio a mí y el contenido del cáliz se los dio a Jacinta y a Francisco, diciendo al mismo tiempo,

Tomen y beban el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo terriblemente agraviado por la ingratitud de los hombres. Ofrezcan reparación por ellos y consuelen a Dios.

Una vez más él se inclinó al suelo repitiendo con nosotros la misma oración tres veces: O Santísima Trinidad…etc. y desapareció. Abrumados por la atmósfera sobrenatural que nos envolvía, imitamos al ángel en todo, arrodillándonos postrándonos como él lo hizo y repitiendo las oraciones como él las decía.

Fue de esta forma en la que fueron catequizados en oración, sufrimiento por reparación, y en al doctrina de la Santa Eucaristía, y fortalecidos por el Pan de Angeles, que los niños de Fátima fueron preparados para la visita de la Reina de Portugal, la Inmaculada Virgen María.

Aparición del 13 de mayo de 1917

Llevando a su rebaño fuera de Aljustrel en la mañana del 13 de mayo, la fiesta de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, los tres niños pasaron Fátima, donde se encontraban la parroquia y el cementerio, y procedieron más o menos un kilómetro hacia el norte a las pendientes de Cova. Aquí dejaron que sus ovejas pastorearan mientras ellos jugaban en la pradera que llevaba uno que otro árbol de roble. Después de haber tomado su almuerzo alrededor del mediodía decidieron rezar el rosario, aunque de una manera un poco truncada, diciendo sólo las primeras palabras de cada oración. Al instante, ellos fueron sobresaltados por lo que después describieron como un «rayo en medio de un cielo azul». Pensando que una tormenta se acercaba se debatían si debían tomar las ovejas e irse a casa. Preparándose para hacerlo fueron nuevamente sorprendidos por una luz extraña.

Comenzamos a ir cuesta abajo llevando a las ovejas hacia el camino. Cuando estabamos en la mitad de la cuesta, cerca de un árbol de roble (el gran árbol que hoy en día está rodeado de una reja de hierro), vimos otro rayo, y después de da unos cuantos pasos más vimos en un árbol de roble (uno más pequeño más abajo en la colina) a una señora vestida de blanco, que brillaba más fuerte que el sol, irradiando unos rallos de luz clara e intensa, como una copa de cristal llena de pura agua cuando el sol radiante pasa por ella. Nos detuvimos asombrados por la aparición. Estabamos tan cerca que quedamos en la luz que la rodeaba, o que ella irradiaba, casi a un metro y medio.

Por favor no teman, no les voy a hacer daño

Lucía respondió por parte de los tres, como lo hizo durante todas las apariciones

¿De dónde eres?

Yo vengo del cielo.

La Señora vestía con un manto puramente blanco, con un borde de oro que caía hasta sus pies. En sus manos llevaba las cuentas del rosario que parecían estrellas, con un crucifijo que era la gema más radiante de todas. Quieta, Lucía no tenía miedo. La presencia de la Señora le producía solo felicidad y un gozo confiado.

«¿Que quieres de mi?»

Quiero que regreses aquí los días trece de cada mes por los próximos seis meses a la misma hora. Lugo te diré quien soy, y qué es lo que más deseo. I volveré aquí una séptima vez.

» ¿Y yo iré al cielo?»

Sí, tu irás al cielo.

» ¿Y Jacinta?»

Ella también irá

«¿Y Francisco?»

El también, amor mío, pero primero debe decir muchos Rosarios

La Señora miró a Francisco con compasión por unos minutos, matizado con una pequeña tristeza. Lucía después se recordó de algunos amigos que habían fallecido.

«¿Y María Neves está en el cielo?

Si, ella esta en el cielo

«¿y Amelia?»

Ella está en el purgatorio.

Se ofrecerán a Dios y tomarán todos los sufrimientos que El les envíe?

¿En reparación por todos los pecados que Le ofenden y por la conversión de los pecadores?

«Oh Sí, lo haremos»

Tendrán que sufrir mucho, pero la gracia de Dios estará con ustedes y los fortalecerá.

Lucía relata que mientras la Señora pronunciaba estas palabras, abría sus manos, y

Fuimos bañados por una luz celestial que parecía venir directamente de sus manos. La realidad de esta luz penetró nuestros corazones y nuestras almas, y sabíamos que de alguna forma esta luz era Dios, y podíamos vernos abrazada por ella. Por un impulso interior de gracias caímos de rodillas, repitiendo en nuestros corazones: «Oh Santísima Trinidad, te adoramos. Mi Dios, mi Dios, te amo en el Santísimo Sacramento»

Los niños permanecían de rodillas en el torrente de esta luz maravillosa, hasta que la Señora habló de nuevo, mencionando la guerra en Europa, de la que tenían poca ninguna noción.

Digan el Rosario todos los días, para traer la paz al mundo y el final de la guerra.

Después de esto ella se comenzó a elevar lentamente hacia el este, hasta que desapareció en la inmensa distancia. La luz que la rodeaba parecía que se adentraba entre las estrellas, es por eso que a veces decíamos que vimos a los cielos abrirse.

Los días siguientes fueron llenos de entusiasmo, aunque ellos no pretendían que fueran así. Lucía había prevenido a los otros de mantener a su visita en secreto, sabiendo correctamente las dificultades que ellos experimentarían si los eventos se sabrían. Sin embargo la felicidad de Jacinta no pudo ser contenida, cuando prontamente se olvidó de su promesa y se lo reveló todo a su madre, quien la escuchó pacientemente pero le dio poca credibilidad a los hechos. Sus hermanos y hermanas se metían con sus preguntas y chistes. Entre los interrogadores solo su padre, «Ti» Marto estuvo inclinado a aceptar la historia como verdad. El creía en la honestidad de sus hijos, y tenía una simple apreciación de las obras de Dios, de manera que él se convirtió en el primer creyente de las apariciones de Fátima.

La madre de Lucía, por otro lado, cuando finalmente escuchó lo que había ocurrido, creyó que su propia hija era la instigadora de un fraude, si no una blasfemia. Lucía comprendió rápidamente lo que la Señora quería decir cuando dijo que ellos sufrirían mucho. María Rosa no pudo hacer que Lucía se retractara, aún bajo amenazas. Finalmente la llevó a la fuerza donde el párroco, el padre Ferreira, sin tener éxito. Por otro lado, el padre de Lucía, quien no era muy religioso, estaba prácticamente indiferente, atribuyendo todo a los caprichos de mujeres. Las próximas semanas, mientras los niños esperaban su próxima visita de la Señora en Junio, les revelaron que tenían pocos creyentes, y muchos en contra en Aljustrel y Fátima.

Aparición del 13 de junio de 1917

En Portugal el trece de Junio es una gran fiesta, la fiesta de San Antonio de Lisboa, conocido común mente como San Antonio de Padua. Este obrero milagroso franciscano nació en Lisboa y había entrado a la vida religiosa como un Canon Ragular de la Santa Cruz, residiendo primero en Lisboa y después en Coimbra antes de dejar la orden Portuguesa para ingresar a la nueva orden de Hermanos Menores y esperar por el martirio. Esta era, y es, la fiesta de los niños en Portugal, de manera que los padres de Lucía naturalmente pensaron que las festividades de la parroquia de Fátima distraerían a Lucia de su cita en Cova. Sin embrago, no afectada por esta táctica Lucía y los Marto procedieron al sitio de la aparición para cumplir con su cita al mediodía.

Cuando ellos llegaron vieron que había una pequeña multitud esperándolos.

Después de haber recitado el rosario con Jacinta y Francisco junto con las personas que estaban presente, vimos otra vez, el reflejo de luz que se nos acercaba (solíamos decir que eran rayos) y después, a Nuestra Señora en el roble como en mayo.

» Por favor dígame, Señora, ¿qué es lo que quiere de mi?»

Quiero que vengas aquí el día trece del mes que viene. Quiero que continúes diciendo el Rosario todos los días. Después de cada misterio, mis hijos, quiero que recen de esta manera. «Oh mi buen Jesús, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno. Lleva a todas las almas al cielo, especialmente a las más necesitadas de tu Divina Misericordia». Quiero que aprendan a leer y escribir, y luego les diré que más quiero de ustedes.

«¿Nos llevarás al cielo?»

Si, me llevaré a Jacinta y a Francisco muy pronto, pero tú te quedarás un poco más, ya que Jesús desea que tu me hagas conocer y amar en la tierra. El también desea que tu establezcas devoción en el mundo entero a mi Inmaculado Corazón.

«¿Debo permanecer en el mundo sola?»

No sola, hija mía, y no debes estar triste. Yo estaré contigo siempre, y mi Inmaculado Corazón será tu consuelo y el camino que te llevará hacia Dios.

En el momento en el que ella dijo las últimas palabras, abriendo sus manos, Ellas nos transmitió por segunda vez, el reflejo de esa luz intensa. En ella sentíamos que estabamos sumergidos en Dios. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se elevaba hacia los Cielos, y yo en la parte que se derramaba sobre la tierra. En frente de la palma de la mano derecha de Nuestra Señora estaba un corazón rodeado de espinas que parecían clavársele. Entendimos que era el Inmaculado Corazón de María ofrecido por los pecados de la humanidad, deseando ansiosamente reparación.

La aparición luego terminó como en la primera ocasión, con la Señora elevándose hacia el este y desapareciendo en la «inmensidad de los cielos».

A pesar del gozo de esos preciosos momentos el dolor de los niños continuó las siguientes semanas, moderado por la creencia de muy pocos de los presentes en Cova ese día. Ellos sabían que algo inusual había ocurrido – vieron los «rayos», algunos percibieron un cierto oscurecimiento del sol, otros una pequeña nube gris que iba y venía mientras ocurría la aparición y ellos creyeron. Sin embrago, las dificultades con sus familia no cesaron, especialmente con sus madres, quienes estaban verdaderamente alarmadas ya que los eventos no sólo continuaban sino que más bien se expandían. A ésto se le añadió la ardua cautela del párroco, que sospechaba que después de todo esto fuera a ser real pero de del demonio.




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